SITCA: «La robotización amenaza a uno de cada siete puestos de trabajo en todo el mundo, más de 65 millones de puestos laborales serán sustituidos en diez años»

Según la OCDE las soluciones más plausibles serán la Renta Básica Universal (RBU), tributación por robot y formación continua para adquirir nuevas capacidades profesionales. La OCDE no tiene dudas. El proceso de digitalización, la Cuarta Revolución Industrial, la 4.0 —entre cuyos parámetros esenciales está la robotización y, por ende, la transformación de los modelos productivos hacia la automatización—, transformará de forma significativa las actuales plantillas de trabajadores. Cuestión que para Antonio Rodríguez, secretario general de SITCA, «sería la destrucción del entramado laboral, dado que no se va a hacer de una forma controlada y dando un aprendizaje correcto a los trabajadores sino que se hará una formación a los más preparados y el resto se irán a la calle con lo cual se hará una destrucción masiva del trabajo y esto será peligrosísimo, sino se le pone control al asunto».

A lo largo y ancho de todo el mundo. Su diagnóstico, publicado a comienzos de este mes, no deja mucho resquicio a las dudas: los robots harán que se pierdan casi 66 millones de empleos. Al menos. Y en un margen temporal corto, de apenas un decenio. En términos más elocuentes, esta sustitución de plantilla supone uno de cada siete trabajos actuales. Focalizadas de forma mayoritaria, en las potencias industrializadas. En concreto, en sus 32 países asociados. Aunque este fenómeno no se circunscribe sólo a este think-tank, considerado de las economías de rentas altas. También afecta a ciertos mercados emergentes —en especial, en China o India—, que han dado un salto hacia la Industria 4.0 sin precedentes.

En su reciente informe, los expertos de esta institución multilateral asegura que el 14% de los puestos laborales de sus socios se pueden catalogar de “altamente automatizables” y que el 32% de sus mercados de trabajo se verán sometidos a cambios considerables. En concreto, a un giro en sus habilidades técnico-profesionales, lo que les exigirá someterse y aprobar cursos de adaptación y readecuación de conocimientos. Impartidos de manera interna por sus empresas o en cooperación con el mundo académico y el entramado institucional del país. Es decir, con una estrategia gubernamental que integre participación académica, subvenciones estatales y la aportación del road map profesional que demandarán las empresas y que debe partir desde las patronales.