Hay una gigantesca razón por la que los planes de pensiones son una estafa, y otra razón también muy importante, pero que al lado de la primera casi pasa desapercibida. Vamos a ver estas dos razones, y después hablaré del debate entre el sistema de reparto vs capitalización.
La razón gigantesca: las comisiones.
Cuando yo trabajaba en la gestora de pensiones de BBVA, la comisión de gestión más comisión de depósito, llegaba al 2,5%. Claro, era época de bonanza a tope, más bien época de burbuja, por lo que nadie le daba más importancia, y menos los sindicatos, que siendo accionistas al 30% de la sociedad gestora, se repartían parte del botín.
Para el 99% de la población, una comisión del 2,5% no dice nada. Quizá muchos piensen que es mucho, pero nadie se imagina hasta qué punto es “mucho”. Así que le vamos a poner cifras.
Supongamos que el plan de pensiones se invierte en el activo más rentable que hay a largo plazo, que es la bolsa. Y que ésta ofrece una rentabilidad media anual del 7% (para lo cual es necesario estar invertido al menos 15 años en el mercado). Una comisión del 2,5% significa que el partícipe solo gana un 4,5% de media cada año. (7 – 2,5).
Por otra parte, los planes de pensiones son “dinero cautivo”, porque no se puede tocar ese dinero (en principio, y salvo casos excepcionales) hasta la jubilación. ¿Cuál es el impacto de esas comisiones a largo plazo? Pues observen el siguiente gráfico, que compara la evolución de una inversión de 10.000€ durante 40 años al 4,5%, con esa misma inversión al 7%:
Por supuesto, este es el caso de un joven de 25 años, que aporta 10.000€ a finales de diciembre, para “desgravarse” impuestos (ahora hablamos de esta segunda mentira). Pero para el banco lo que importa es ir captando personas que pongan 10.000€ todos los años, algunas tendrán 25 otras 40 y otras 60 años. Cuando se vayan jubilando unos, irá entrando carne fresca a los planes de pensiones, así que para el banco es un gráfico muy válido.
¿Cuál es el impacto de esas comisiones? Pues la línea roja nos dice que esos 10.000€ al 7% anual durante 40 años se habrían transformado en casi 150.000€, que es lo que tendríamos si la comisión fuera cero. En cambio, la realidad es que esa comisión que se traduce en menor rentabilidad anual, significa que nuestro capital al cabo de 40 años es en realidad de 58.000€.
Por lo tanto, el impacto de una comisión del 2,5%, suponiendo que la rentabilidad media de mercado sea del 7%, es de 150.000 – 58.000 = 92.000€. Esto es lo que dejamos de ganar al cabo de 40 años por culpa de las comisiones cobradas. Sin palabras.
¿Y cuánto gana el banco o la gestora con nuestro plan de pensiones?
Pues cada año, sobre el capital existente, se lleva un 2,5%. En la siguiente tabla podemos ver los datos:
Al final, después de 40 años, el total de comisiones que se ha llevado la gestora es de 28.000€.
Situación actual.
Hoy día, pasada la euforia de la burbuja, las comisiones han bajado y mucho. Por lo visto (porque ya no estoy en la industria), la media actualmente es del 0,8%. Bastante más razonable.
La tabla queda así con una comisión del 0,8%:
Una rentabilidad anual del 6,2% nos permite transformar esos 10.000€ en 110.000€, en vez de los 58.000€ de antes. La mejora es muy relevante, pero fíjense en que una comisión de “tan sólo” un 0,8%, significa que dejamos de ganar 40.000€ al final del período de capitalización (40 años). Este es el impacto de la LCC (Ley de Capitalización Compuesta) de la que hablo en detalle en mi curso de AT. Comprender esto es vital para cualquier inversor. Y de hecho no solo se aplica a nuestras inversiones, sino también a las de las empresas en las que invertimos, porque cuando una empresa consigue crecer al 12% en vez de al 10% esperado (y descontado) por el mercado, durante 20 o 30 años, el resultado es que su valor futuro es muy superior al previsto. Este es el poder de la reinversión de beneficios a largo plazo (que es la esencia de la LCC).
También se puede ver en la tabla anterior, que las comisiones totales que ha ido cobrando la gestora a lo largo de los 40 años asciende a casi 13.900€. O sea, la mitad de los 28.000€ que se llevaba cobrando una comisión del 2,5%. De nuevo, podemos ver la “magia” de la capitalización compuesta, porque una comisión que se ha dividido por 3 pasando del 2,5% al 0,8%, sólo ha dividido por 2 la comisión total cobrada en euros.
Estas cifras pueden parecer escandalosas, pero lo realmente escandaloso es que esa comisión no se corresponde a ningún servicio real, a ningún valor añadido. Es decir, nos cobran por algo que no existe, y esto sí que es la definición de ESTAFA.
Porque yo puedo entender que nos cobren 14.000€, 28.000 o 50.000€ por un servicio determinado, en la medida en que lo valga. Si te compras un iPhone, es cierto que te clavan. Pero por lo menos, te llevas un buen móvil a casa. Sin duda Apple podría venderlos más baratos y llevarse menos margen. Pero eso ya es una cuestión de cómo percibe el usuario ese valor añadido.
El problema con los planes de pensiones es que los usuarios (inversores o partícipes) no saben cómo percibir ese valor añadido.
Y la realidad es que ese valor añadido no sólo no existe, sino que es negativo. Es decir, pagas por destruir valor.
En este famoso paper del Prof. Pablo Fernández del IESE, donde se realiza un estudio de los planes de pensiones en España entre 2001 y 2011, las conclusiones son aterradoras:
En el periodo comprendido entre diciembre de 2001 y diciembre de 2011, la rentabilidad del IBEX35 fue del 4,3%, y la de los bonos del Estado a 10 años del 5,13%.
De entre los 532 fondos de pensiones con diez años de historia, solo 2 superaron la rentabilidad de los bonos del Estado a diez años; solo 3 superaron el 4% de rentabilidad; y 191 tuvieron una rentabilidad promedio ¡negativa!
A su vez, los 191 fondos con rentabilidad negativa tenían, en diciembre de 2011, 1,7 millones de partícipes y un patrimonio de 6.246 millones de euros.
El decepcionante resultado global de los fondos se debe a las elevadas comisiones, a la composición de la cartera y a la gestión activa.
Dicho de otra manera, le estamos pagando dinero a las gestoras por ofrecernos una rentabilidad inferior a la que podríamos obtener yendo directamente al mercado nosotros mismos, y sin realizar gestión activa, es decir, invirtiendo por ejemplo en una cartera del IBEX (sin entrar en más detalles sobre la implementación de esta estrategia conocida como gestión pasiva).
“Llévese este bonito jarrón invisible. Se lo dejo de oferta por sólo 500€”.
Este sería el resumen de lo que hacemos al contratar un plan de pensiones. Le ofrecemos al banco una comisión fija todos los años, por un trabajo que destruye valor (es decir, es peor que el jarrón invisible… es algo así como si además del jarrón invisible de 500€, vinieran a casa a rompernos la vajilla).
Por esta razón, podemos decir que estamos ante una ESTAFA, con todas las letras.
La otra razón importante: la falsa desgravación.
Nuestra incapacidad de pensar a largo plazo es lo que nos ciega y nos hace caer en la trampa, y en la inmensa mayoría de los casos, sin llegar a ser nunca conscientes de que hemos caído en una trampa, lo cual es doblemente grave: te timan y no te das ni cuenta.
El principal reclamo de los planes de pensiones es la desgravación fiscal. No pagamos impuestos por lo que metemos ahí, y es como si no hubiéramos ganado ese dinero, este año.
Y vale, seguramente la gente sabe que luego cuando se jubilen, sí que tendrán que pagar impuestos, porque nos lo dicen. Por lo menos esto es transparente en cierta medida. Pero la gente no lo piensa, o no le da más importancia.
La realidad es que sí la tiene. No deberíamos hablar de desgravación, porque eso no es verdad. La palabra que se debería utilizar es DIFERIMIENTO. Esto es lo que realmente haces con los planes de pensiones: diferir en el tiempo el pago de impuestos, es decir, retrasarlo hasta la jubilación, con la incertidumbre añadida de no saber cuál será la fiscalidad en el futuro.
Además, cuando te jubiles, podrás rescatar tu plan de pensiones de dos formas: en forma de capital, es decir de golpe, o en forma de renta periódica, es decir, poco a poco. En ambos casos, deberás tributar en el IRPF.
Si cobras en forma de capital, imagina que tienes 200.000€: no sé si ha cambiado la ley, pero antes tenías una exención del 40%, es decir, tenías que tributar como si hubieras cobrado 120.000€, al tipo marginal del IRPF, que con estas cantidades, será del 45-50%. Por lo tanto, es todavía peor que el diferimiento, porque si decides cobrarlo en forma de capital, seguramente pagarás más impuestos de los que habrías pagado en su día.
En resumen:
1. Te cobran un pastón por un servicio inexistente, o mejor dicho, por un servicio de Valor Añadido negativo.
2. Y acabarás pagando a Hacienda de todas formas, incluso es posible que más de lo que habrías pagado hoy.
¿Qué sentido tienen entonces los planes de pensiones?
Pues sólo le veo un lado positivo: obliga a la gente a ahorrar y a no tocar ese dinero hasta la jubilación, cosa que casi con total seguridad harían tarde o temprano. Es decir, cumplen una función social importante, que protege a la gente de su propia incultura financiera, lo cual levanta otros grandes interrogantes sobre la sociedad en la que vivimos y sobre lo preparados que estamos para “ser libres”, como diría Erich Fromm.
Porque libertad implica responsabilidad, y si el Estado nos trata como si fuéramos irresponsables (y probablemente con razón), entonces no debemos de sorprendernos si ese mismo Estado restringe nuestras libertades. Lo hace por nuestro bien…
En el próximo post hablaré del dilema entre el sistema de reparto vs capitalización, y diré algunas cosas que seguro que no has oído nunca y te sorprenderán por su lógica y sentido común.