Cuando el nuevo volcán de Cumbre Vieja, en La Palma, entró en erupción, comenzó a circular una fotografía que dio la vuelta al mundo, en la que se veía a un chico joven, cubierto de ceniza, cargando una enorme piña de plátanos en un denodado intento por salvar la producción.
Esa fotografía fue muy aclamada, pero también dio lugar a un interesante debate entre quienes veían en ella el reflejo de las virtudes de un pueblo fuerte, trabajador y sacrificado, y quienes la relacionaron con el sufrimiento que han padecido históricamente los trabajadores de un sector económico que siempre ha estado sometido a unas circunstancias desiguales e injustas. Trabajar en la platanera: ¿orgullo o perjuicio?
De este debate surgió el interés de investigar cómo son actualmente las condiciones laborales dentro del subsector agrario del plátano, aunque partiendo de la premisa de que, ni las posibles mejoras que pueda llegar a haber nos deben hacer olvidar los enormes sacrificios y las injusticias del pasado, ni estas lamentables condiciones de partida invalidan los supuestos logros que se hayan conseguido. Y que ni la precariedad del pasado, ni los avances (si los hay) del presente, deberían poner freno a la lucha por la optimización de las relaciones laborales, ni tampoco condenar al sector agrario en sí mismo. Porque sin duda, la agricultura es y será fundamental tanto para la economía de las Islas como para la conservación de nuestro paisaje y del estado de salud del medio ambiente.
En qué consiste el trabajo en la platanera
El día a día en las fincas de plátanos puede variar en función de la organización de cada explotación. Además de los trabajos de campo más los que genera el empaquetado, transporte y venta, hay varios empleos directos que genera el sector. En las parcelas nuevas es necesaria la intervención de personal técnico para, por ejemplo, el replanteo del terreno, el marcado y extender el riego. Pero, estando la finca en producción, hay una serie de labores coincidentes que repasamos a continuación.
Excepto el año en que se adquieren plantones nuevos, en cuyo caso la planta se elimina completamente tras la cosecha, las plataneras se reproducen dejando un hijo al pie de la planta que está en producción y se elimina al resto. Esta labor requiere de un cierto nivel de cualificación técnica, pues hay que saber bien qué hijo se elige para la futura cosecha. Además, los métodos de deshijado que se suelen utilizar pueden dañar a la planta madre. En Canarias se usa mucho la barreta, una barra de hierro acabada en una cuña aplastada que, mal utilizada, puede dañar las raíces. También existe el deshijado químico o el deshijado con sacabocados, pero no todos son aplicables ni convenientes en todos los casos, por lo que hay que saber cómo y cuándo utilizarlos.
El riego y el abonado han de ser muy frecuentes, pues la platanera es una planta sumamente exigente (requiere unos 20 litros de agua por planta y día de media). En zonas bajas, donde el clima es más cálido y donde se encuentra el mayor volumen de fincas destinadas al plátano, se necesitan riegos más frecuentes. El abonado, igual que el riego, se aplica sobre todo en los meses menos fríos, puesto que con la temperatura la planta absorbe más nutrientes a través de sus raíces. Para aplicar estiércol es necesario abrir la tierra, esparcirlo en el surco, cubrir el abono con la tierra apartada y luego regarlo abundantemente. En el caso de las fincas que utilizan fertilizantes químicos, según el sistema de riego de cada plantación se reparten los nutrientes sobre las pocetas (en riego a manta, cada vez más anecdótico) o se mezclan con el agua de riego en tanques o bidones en caso de que éste sea por goteo o aspersión. Esta labor supone manipular productos químicos cuyo manejo debería ser encargado a personas cualificadas, acreditadas y pertrechadas de equipos de protección.
De la misma manera, la aplicación de productos fitosanitarios para luchar contra las plagas también debe contemplarse como un trabajo técnico cualificado en el que profundizaremos en el apartado relativo a la salud laboral.
A medida que la planta crece se hace necesario colocar un horcón para evitar que ceda ante el peso de la piña. Y una vez esta ha crecido lo suficiente, hay que “desflorillarla”, arrancando una por una las flores que se encuentran en cada plátano para evitar la aparición de hongos que pudran la fruta. En muchos casos se embolsa la fruta para protegerla de los patógenos y promover un crecimiento más uniforme de los plátanos, colocando a continuación la horquetilla entre el racimo y el rolo o pseudotallo para que aquél no se curve. También se suele deshojar parte de las plataneras para evitar que las hojas provoquen roces que deterioren su aspecto.
Posteriormente, tras varias semanas, se le corta la parte inferior a la piña, donde se concentran los frutos no desarrollados que impiden el crecimiento del resto, y que, al secarse, pueden promover la aparición de patógenos que ataquen a todas las manillas.
La recolección se efectúa durante todo el año, aunque los meses de más producción dependerán de la altura y la vertiente en la que se encuentre la finca. Las fincas ubicadas en la zona sur de las Islas tienen la punta de producción en los meses de octubre a febrero, mientras que en el norte se obtienen la mayoría de los racimos de abril a julio. En muchas explotaciones, cada semana se marcan los racimos que han de ser cortados a la siguiente. Y el día del corte, probablemente el más duro de la semana laboral, se hace necesario cargar las piñas desde la platanera hasta el camión.
Algunas mejoras tecnológicas permiten rebajar un poco el esfuerzo físico en el trabajo. Javier López Cepero, Doctor Ingeniero Agrónomo y Técnico en Coplaca, Sdad. Coop., nos indica algunas de estas mejoras, como «los marcos de plantación más amplios que permiten mecanizar o meter alguna carretilla o pequeño tractor tanto para meter estiércol como para sacar las piñas. También los métodos de control de plagas con agua a presión, que evitan el uso de fitosanitarios y todo lo que conlleva (uso de equipos de protección ante tóxicos, respetar los plazos de seguridad para cortar, afección con el fitosanitario al suelo o entorno, limpieza de los equipos, etc..)».
El régimen laboral en el sector de la platanera
Aunque la mayor parte de las fincas agrícolas en las Islas son explotaciones familiares de pequeño tamaño, la agricultura del plátano, al tratarse de un cultivo de exportación que reporta beneficios, cuenta con las mayores extensiones de cultivo, y muchas de ellas son titularidad de empresas y otros tipos de personas jurídicas. En estos casos se recurre a mano de obra asalariada propia.
Sin embargo, también existen miles de pequeñas explotaciones de fincas familiares donde suelen trabajar, sobre todo, una o dos personas. Por ejemplo, simplemente los agrupados en Coplaca S.C. ascienden a 3.200 agricultores; en Cupalma (Cooperativas Unidas de La Palma) se contabilizan 2.600 pequeñas explotaciones; y en Agriten S.A.T. se han asociado once entidades y quince centrales de empaquetado, lo cual da una idea de la enorme diversidad de tipos de relaciones laborales existentes en el sector, entre las que aún pervive, incluso, el régimen de aparcería.
También existen empresas que ofrecen servicios externos a las explotaciones, como personal especializado para la recogida y el transporte de las piñas de plátanos. En casos como éste, la contratación laboral se lleva a cabo con la empresa, de la misma manera que ocurre con tantas otras dedicadas a la prestación de servicios (limpieza, catering, etc.).
En la franja inferior a 300 metros es donde se ubican la mayor parte de las explotaciones dedicadas al plátano que presentan superficies superiores a 2 hectáreas, siendo las explotaciones de más de 5 hectáreas las de mayor porcentaje según la encuesta rural Tenerife 2007 citada en la bibliografía. Recientemente se ha producido, además, una concentración de la propiedad debida, entre otros casos, a la jubilación de muchos agricultores (uno de los problemas del sector primario en Canarias es la avanzada edad de la mayor parte de las y los agricultores).
Los trabajadores por cuenta ajena se dividen entre los que trabajan en las fincas, cuyas condiciones laborales están reguladas por el Convenio colectivo regional del campo, los que trabajan para empresas de servicios, y los que trabajan en los empaquetados, que tienen un convenio propio, además de los empleos relacionados con el transporte, la distribución, la venta, y los indirectos en todas las fases de producción. Por otro lado, hay que diferenciar a quienes trabajan con contrato fijo y quienes solo trabajan cuando se producen las zafras.
El Convenio regional del campo, vigente desde el año 2016, establece que los modelos de contrato pueden ser fijos, fijo discontinuo y los de duración determinada. Se recoge el periodo de prueba de hasta tres meses para los técnicos titulados, 30 días para el resto del personal y 15 días para los peones.
Las jornadas laborales máximas están establecidas en 40 horas semanales, con media hora de descanso retribuido cuando se trabajen más de seis horas continuadas.
Hay un artículo en el Convenio, concretamente el 81, dedicado a la protección de la maternidad en el que se obliga al empresario a adoptar las medidas necesarias para evitar la afección a la salud de las trabajadoras en situación de embarazo o parto reciente, así como al feto o lactante. Las mujeres que hayan sido madres durante las vacaciones podrán disfrutarlas aunque la baja se haya producido en medio de las mismas, pero en el caso de aquellas trabajadoras con contrato temporal que se encuentren de baja durante la zafra o que no la finalicen, perderán el derecho a disfrutar de vacaciones pagadas proporcional a todo el periodo de baja a menos que esta baja y la posterior alta se hayan producido durante el periodo que comprende la zafra. A esta situación, achacable a la naturaleza discontinua del trabajo, hay que añadirle la dificultad para gestionar el derecho recientemente adquirido al disfrute de las bajas por paternidad.
En cuanto a la retribución, además de fijar varios tipos de modalidad (salario base, salario a la parte, y complementos salariales), el Convenio regional del campo recoge un incremento salarial de un 28% del salario día para aquellas tareas especialmente peligrosas por manipular productos tóxicos, como ocurre con las labores de tratamientos fitosanitarios (sulfatado) y la preparación de caldos. Evidentemente, dado el elevado número de figuras empresariales y de modelos de explotación, resulta muy complicado investigar hasta qué punto se cumplen las condiciones del Convenio.
Lo que sí sabemos es que el trabajo requiere de un cierto nivel de especialización y es intensivo en mano de obra. Se calcula que una persona atiende bien una hectárea y media, que son algo menos de 3.000 plantas, aunque encontramos casos como el de Agustín, en los que se responsabiliza a una sola persona de una extensión mayor que la recomendable: “yo trabajaba en una finca muy grande con otro compañero, también peón, y un encargado. En la segunda finca en la que trabajé, un poco más pequeña, estaba completamente solo”.
La subvención a la producción del plátano es fundamental para asegurar la rentabilidad de la actividad, ya que el precio que recibe el agricultor por la venta del plátano a veces no cubre los costes de producción. Sin embargo, gracias a la subvención, se suelen obtener importantes beneficios (por ejemplo, en el año 2008, los beneficios medios fueron del 41%).
En estos momentos la subida del salario mínimo ha incrementado la remuneración de aquellos trabajadores por cuenta ajena que estén trabajando de manera legal. Esto no debería suponer un problema para aquella parte del sector que es dueña de grandes extensiones y que obtiene importantes beneficios (con o sin subvención) por la producción. Sin embargo, COAG ha denunciado que el incremento de costes será muy difícil de sobrellevar para las pequeñas explotaciones si no se establecen medidas compensatorias para los profesionales agrarios, vía bonificaciones a la Seguridad Social e IRPF.
Las consecuencias para la salud del trabajo de campo en la platanera
Las diversas funciones que deben desempeñar los peones de la platanera abren mucho el abanico de los riesgos laborales asociados al sector. Como cualquiera puede suponer, los más frecuentes son las lesiones del aparato locomotor derivadas de los trabajos de carga y de las labores repetitivas como el desflorillado, pero también están los relacionados con la exposición a agentes biológicos o químicos, tales como productos fitosanitarios de síntesis, estiércoles y compost, aunque se han producido avances en este sentido, como veremos a continuación.
En el primer caso, destacan los trastornos musculo esqueléticos como dolor de espalda crónico y dolores lumbares o cervicales. Isabel García García, fisioterapeuta en Los Silos (municipio con una importante actividad platanera), nos ha relatado que “los que deshijan, cortan y cargan las piñas suelen tener muchas tendinitis del manguito de los rotadores, hernias discales tanto cervicales como lumbares, hernias inguinales, afecciones en miembros inferiores como fascitis plantar, espolones calcáneos y artrosis degenerativa de las rodillas. Después están las personas, normalmente mujeres, que quitan la flor. Normalmente, por el transporte y el uso de la escalera y por la postura que mantienen, suelen padecer mucho de las rodillas y las caderas, muchas tendinitis del manguito de los rotadores, y padecen mucho de las cervicales -hernias discales, por ejemplo-, pero sobre todo tendinitis por estar con los brazos en alto haciendo movimientos repetitivos. También pueden padecer problemas en los miembros inferiores. Por último, las personas que trabajan en los empaquetados suelen tener las piernas fatal por estar quietas y por el uso de las botas de agua. Padecen mucho de fascitis plantar, lumbalgia, túnel carpiano y cervicales por los movimientos repetitivos. Este último grupo también padece tendinitis del manguito de los rotadores y de los codos, epicondilitis por estar cogiendo peso…”.
En el segundo caso, relativo a la exposición a agentes tóxicos, el riesgo de contaminación e intoxicación, enfermedades cutáneas e infecciones, existente en todos los casos, se intensifica sobre todo en las plantaciones que están bajo invernaderos, donde además se corre el riesgo de sufrir deshidratación y golpes de calor. En cualquier caso, y tal como aclara el Ingeniero agrónomo y técnico de Coplaca, Javier López-Cepero, “la normativa general obliga a que los tratamientos fitosanitarios, en el caso de ser necesarios, se apliquen solo con los productos autorizados para cada cultivo y con las condiciones de seguridad laboral y ambiental pertinentes, equipos adecuados de protección, sin afectar al entorno con el tratamiento o sus restos y con la formación adecuada (carnet de manipulador de fitosanitarios). El Servicio de protección de la naturaleza de la Guardia Civil, SEPRONA, vigila el cumplimiento de estos aspectos”.
Además añade que “los condicionantes para el uso de productos fitosanitarios han cambiado radicalmente en la última década. A partir de la Directiva 129/2008 de uso sostenible de fitosanitarios, los Estados tuvieron que legislar para que se aplicase la llamada Gestión integrada de plagas, que hoy es obligatoria en toda la agricultura europea y que en esencia consiste en que ante cualquier problema de plaga o enfermedad del cultivo, se debe usar la solución más respetuosa con el medio ambiente de entre todas las eficaces. Muchas veces no hace falta llegar a dar un tratamiento, sino que con técnicas adecuadas de cultivo (y el caso del acolchado con las hojas viejas o farulla, habitual en platanera, es un ejemplo claro para evitar el uso de herbicidas) se pueden controlar esos problemas. Los auxiliares para control biológico, la biodiversidad que los atrae y mantiene, el uso de trampas o el empleo de repelentes son técnicas que se pueden encontrar en las fincas. Para conocerlas, el Ministerio de Agricultura tiene publicadas y descargables en su web las Guías de gestión integrada de plagas (ver enlace en la bibliografía), pero la normativa incluso obliga a que a partir de determinada superficie según cada cultivo, normalmente dos hectáreas en aire libre y 5.000 m2 en invernadero, la finca debe contar con asesoramiento técnico contratado para garantizar estos aspectos, de ahí la importancia del asociacionismo, ya que las Cooperativas ofrecen este servicio a sus productores y productoras”.
Además de ello, hay elementos que aumentan los riesgos de sufrir accidentes laborales. Por ejemplo, algunos obstáculos como los aspersores suelen dar lugar a caídas y cortes. Además, el uso habitual de herramientas no homologadas como las mochas (un mango largo acabado en una hoz con la que se cortan las piñas), suponen un grado de inseguridad que podría ser reducido utilizando herramientas más seguras.
La regulación de lo relacionado con la salud laboral en la platanera está recogida en Convenio regional del campo, aunque deja de manos de la legislación básica temas como la vigilancia de la salud. Además, los trabajadores por cuenta propia se encuentran mucho más desamparados.
Aunque por otro lado, según Cepero, “hay otros sistemas de certificación como las Normas de GlobalGap (imprescindibles para vender a clientes como las grandes cadenas de supermercados y por supuesto para cualquier exportación a Europa) entre cuyos requisitos está el verificar que se cumplen las condiciones laborales legales y alguna más (comedores, vestuarios, servicios higiénicos, formación en riesgos laborales, primeros auxilios e higiene, acta de reuniones anuales sobre seguridad y salud, etc…).
La consideración social del trabajo en la platanera
Pedro Molina, ya fallecido, fue el presidente de AGATE (Asociación de Agricultores y Ganaderos de Tenerife) durante muchos años. Él era un hombre cargado de sabiduría, sentido común y elocuencia que defendía sin cesar la agricultura como una profesión y una forma de vida que merecía tanto respeto como cualquier otra. Muchas veces ponía ejemplos muy gráficos que servían para visualizar cómo hemos denostado el campo en nuestro ideario colectivo hasta el punto de sentirlo como un trabajo poco cualificado. Entre otros, usaba el siguiente ejemplo: la gente dice que “parece que vienes de arar” dando a entender que arar es un trabajo tan básico que solo lo hace gente muy embrutecida. Sin embargo, arar, sembrar, conocer cuándo debe hacerse cada cosa, cómo, y qué otras labores hay que hacer para garantizar una producción, requiere de unos conocimientos específicos y holísticos muy complejos y que merecen mucho respeto.
En este sentido, Agustín nos contaba que «aunque la canción de Arístides Moreno, no tenía en absoluto esa intención, lo cierto fue que, durante el tiempo que trabajé en la platanera, muchos amigos me llamaban Horcon boy en plan burla. Al poco llegó la crisis de la construcción, y no pasó mucho tiempo hasta que empezaron a preguntarme si no había algún puesto libre en la finca para ellos».